Era un día de lluvia. No veía nada y tenía prisa. Estuvo a punto de tirar el paraguas en la calle, le estorbaba. Entre el tacón y vestido se enredó. Encendió el motor y CRASH, se estampó con el =)(/&%$·" de atrás.
- ¡Jo, con la prisa que tengo y ahora esto! ¡Y no deja de llover! ¡Voy a llegar tarde! ¡Grrr!
Un ñor simpático se baja del coche. Las canas tapizan su cabeza y los surcos de su frente se acentuaba por el enfado aquél que le acababa de ocasionar.
- Hay que llamarle al seguro..., bla, bla, bla
- ¡No puedo! ¡Tengo prisa! ¡Voy a una boda! ¡Me tengo que ir ya! ¡Lo veo mañana! ¡Aquí vivo!
- ¿Y cómo se yo que aquí vives?
- ¡Créame! ¡Es verdad!
- ¿A ver tu licencia? -una dirección diferente- ¿Tu tarjeta de circulación? -otra dirección diferente-
- Se lo prometo aquí vivo, lo veo mañana. De verdad me tengo que ir.
- Ok. Pero me quedo con tus documentos.
- Ok. Adiós y perdón.
Y así sin más aquél hombre se fue con la tarjeta de circulación, la licencia permanente que tardaron 30 minutos en tramitarle y no tuvo que aprobar ningún examen de manejo, el teléfono de su casa y su nombre. ¿Y qué se quedó ella? ¡Nada!
Un día..., otro día..., tres días... y el hombre no aparecía. - ¿Sabes algo de él? -Nada - ¿No te quedaste ningún dato? - No - ¡Pero qué torpe! - Confío en la gente, ya aparecerá...
Y cuando estaba a punto de perder la paciencia, después de una semana aquél hombre reapareció en escena con la tarjeta de circulación y la licencia.
¡Qué alegría! ¡Confiar en la gente SÍ es rentable!
.
- ¡Jo, con la prisa que tengo y ahora esto! ¡Y no deja de llover! ¡Voy a llegar tarde! ¡Grrr!
Un ñor simpático se baja del coche. Las canas tapizan su cabeza y los surcos de su frente se acentuaba por el enfado aquél que le acababa de ocasionar.
- Hay que llamarle al seguro..., bla, bla, bla
- ¡No puedo! ¡Tengo prisa! ¡Voy a una boda! ¡Me tengo que ir ya! ¡Lo veo mañana! ¡Aquí vivo!
- ¿Y cómo se yo que aquí vives?
- ¡Créame! ¡Es verdad!
- ¿A ver tu licencia? -una dirección diferente- ¿Tu tarjeta de circulación? -otra dirección diferente-
- Se lo prometo aquí vivo, lo veo mañana. De verdad me tengo que ir.
- Ok. Pero me quedo con tus documentos.
- Ok. Adiós y perdón.
Y así sin más aquél hombre se fue con la tarjeta de circulación, la licencia permanente que tardaron 30 minutos en tramitarle y no tuvo que aprobar ningún examen de manejo, el teléfono de su casa y su nombre. ¿Y qué se quedó ella? ¡Nada!
Un día..., otro día..., tres días... y el hombre no aparecía. - ¿Sabes algo de él? -Nada - ¿No te quedaste ningún dato? - No - ¡Pero qué torpe! - Confío en la gente, ya aparecerá...
Y cuando estaba a punto de perder la paciencia, después de una semana aquél hombre reapareció en escena con la tarjeta de circulación y la licencia.
¡Qué alegría! ¡Confiar en la gente SÍ es rentable!
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3 comentarios:
Claro. Incluso yo me he asombrado al encontrar en tan enorme urbe a gente en la que se puede confiar, pese a los comentarios desalentadores de demás desconfiados...
Razones para desconfiar hay muchas, pero también razones para confiar. Yo la verdad prefiero confiar en la gente, siempre me ha resultado bien ;-)
menos una vez en la Universidad..., ahí tuve motivos para desconfiar de personas a las que quería mucho, defraudaron mi confianza y sufrí las consecuencias y no eran precisamente alumnos, eran profesores de esos que algún día admiré...
quizá sean menos las razones para confiar, pero cuando las hay, tenemos que aprovecharlas...
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