Antes de continuar con la historia sobre mi redacción frustrada tengo que hacer un par de aclaraciones. Ni es todo gris y aburrido, ni estoy en un hoyo que me asfixia y provoca gritos ahogados. (Me refiero al tema de haber abandonado el trabajo de mis sueños. Punto.)
Lo cierto es que de un tiempo para acá mi vida dió un giro de 360 grados y ahora soy feliz, no es que no lo fuera antes, pero mis maneras de expresarlo estaban bastante limitadas y como que me faltaba algo (aquí entre nos lo que realmente me faltaba era alguien...).
Desde finales del 2007 nos conocimos, lo enamoré (jaja), y me conquistó. Hizo que me convirtiera en una trotamundos para buscar sus pasos; y un buen día, en un rinconcito de un color especial, de aroma a incienso y azahar por el despertar de la primavera, en la ciudad donde se encuentra la catedral gótica más grande del mundo (no, no fue en París, sino en Sevilla), ahí, me declaró su amor eterno.
Los ojos se me pusieron cuadrados (...), hum.., no, redondos como platos, ¿y blancos?, más bien creo que adquirieron un brillo a diamante (ok, ok, ok, un brillo a diamanteS) y..., bueno, luego se empañaron de felicidad mientras mi boca atropellaba mis pensamientos por la sorpresa: Sí... Quiero.
Y como el tiempo pasa inexorablemente y los preparativos son unos y otros, ayer compré (bueno, realmente lo compró él...) un traje precioso con el que le volveré a decir lo mismo pero frente a un montón de gente (¡ay!, ¡qué nervios!)
Lo cierto es que de un tiempo para acá mi vida dió un giro de 360 grados y ahora soy feliz, no es que no lo fuera antes, pero mis maneras de expresarlo estaban bastante limitadas y como que me faltaba algo (aquí entre nos lo que realmente me faltaba era alguien...).
Desde finales del 2007 nos conocimos, lo enamoré (jaja), y me conquistó. Hizo que me convirtiera en una trotamundos para buscar sus pasos; y un buen día, en un rinconcito de un color especial, de aroma a incienso y azahar por el despertar de la primavera, en la ciudad donde se encuentra la catedral gótica más grande del mundo (no, no fue en París, sino en Sevilla), ahí, me declaró su amor eterno.
Los ojos se me pusieron cuadrados (...), hum.., no, redondos como platos, ¿y blancos?, más bien creo que adquirieron un brillo a diamante (ok, ok, ok, un brillo a diamanteS) y..., bueno, luego se empañaron de felicidad mientras mi boca atropellaba mis pensamientos por la sorpresa: Sí... Quiero.
Y como el tiempo pasa inexorablemente y los preparativos son unos y otros, ayer compré (bueno, realmente lo compró él...) un traje precioso con el que le volveré a decir lo mismo pero frente a un montón de gente (¡ay!, ¡qué nervios!)
Duppion. Seda. Marfil. Claro.
¡ESTOY FELIZ!
¡ESTOY FELIZ!