Esta entrada es de la dandy, se la tomo prestada.
LUNES, MAYO 04, 2009
Pongámonos serios
Ya todos estarán enterados. Los que no, deberá ser porque viven debajo de una piedra o en una catacumba. O en una isla desierta (¡invítenme!). En los últimos días hemos pasado de ser simples mexicanitos, chistosos, pintorescos, amigables con cualquier turista que pise nuestras tierras, a ser una amenaza mundial.
Se habla de los puercos, se les defiende, no se vayan a ofender. "Son de los animales más limpios" y es verdad, hay que aceptarlo, no todos los mexicanos tienen los mejores hábitos de higiene. Pero eso tiene que ver con el contagio, no con el origen del virus. Y con la educación.
Las autoridades no se cansan de recomendar: "lávate las manos con jabón, tápate la boca cuando estornudes, no escupas en la calle." Consejos que una sociedad educada no necesitaría recibir como información de emergencia.
Estamos descubriendo la panacea del agua y el jabón: "Fíjese, señor, que si durante toda su vida se hubiera lavado las manos después de ir al baño, no se estaría enfermando tan seguido de gripa, ni tendría tantas infecciones estomacales".
Somos ignorantes. Ese mismo señor ha escuchado que el virus no está en el aire, que el contagio se produce por contacto humano con una persona infectada, pero cuando sale a trabajar, se sube al coche con un tapabocas cubriéndole la nariz y la boca. Se sacrifica respirando por media hora su propio dióxido de carbono a pesar de que el único contacto humano que tendrá durante el trayecto proviene de la voz de una locutora de radio.
Ahora una mujer, a la entrada de un supermercado, se ofrece a ponerme “un desinfectante” en las manos. Lo acepto, por cortesía y me imagino a una que otra bacteria, que seguramente viviría en mis manos, colgando los tenis. Y me imagino que si yo portara el virus, una solución Zuum antibacterial no le daría otra cosa más que risa.
Me imaginé también al virus riéndose de mí, estaba en su derecho y terminé riéndome yo: la risa también se contagia (y los bostezos). Me reí de mí, que pensé que era menos nacionalista de lo que ahora me siento. También soy ignorante: no he sabido valorar lo que tengo aquí, todo lo que me ha dado este gran país.
Esto fue casi un ejemplo de terrorismo sin bombas ni amenazas. Me impacta el nivel de paranoia que podemos adoptar y lo absurdos que podemos llegar a ser. Han llegado a sospechar incluso de mexicanos que llevan años viviendo en otros países. Pero también me impacta lo solidarios, pacientes, ¡obedientes! que hemos sido. Ni qué decir de cómo sabemos tomarnos las cosas con sentido del humor. Y eso no en cualquier lado sucede.
El mundo tiene miedo y lo entiendo. Pero no se vale que, por pánico, nos traten como al leproso del Evangelio: nadie quiere contagiar a nadie. Y ninguna enfermedad distingue nacionalidades. No les vendría nada mal contagiarse de un poco de mexicaneidad. Reírse de las desgracias siempre ayuda.
3 comentarios:
Gracias, Pat! Qué bueno que te gustó. ¿Cómo le hiciste para pegarla con links y todo?
Un beso!
Me gustó tu comentario, sobre todo tu epílogo... esa referencia al evangelio y lo que dices acerca de la mexicaneidad. Un saludo!
am: aqui puedes encontrar la info para agregrar el botón de "share" addthis.com
i.i. la dandy es buena, ¿verdad?
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