viernes, diciembre 21, 2007

Un diamante de singular valor.

Aquella madrugada despertó en silencio. Las lágrimas le cubrían los ojos. Recordaba Navidades, abrazos y regalos. Tiempos de risa y canto. No pasó mucho tiempo. Mientras, contemplaba el Belén. Una lágrima resbaló por su mejilla. El reflejo de la ventana, con la negra noche, lograron que pareciera un precioso diamante sobre aquél rostro. Y fue ahí, contemplando al Niño y a la Virgen Madre, cuando descubrió que sus lágrimas se convertían en diamantes. Unos grandes, otros chicos. Todos de singular valor. ¡Cuántos regalos era capaz de dar ahora! Mientras más diamantes derramaban sus ojos sabía que estaba más cerca del Niño, porque él también lloraba. Y entonces sonrió. Y supo que él también sonreía. Sabía que había perdido mucho, pero que había ganado más. No quiso moverse de aquél lugar y su corazón quedó prendado de ese Niño y ese Belén. Ya no le importaba llorar y aprendió a sonreír. Tenía una riqueza inigualable. Un tipo de riqueza difícil de comprender por muchos, pero riqueza al fin. Levantó los ojos y una estrella también le sonrió.


5 comentarios:

am dijo...

Es el post que más me ha gustado de todo tu blog. Un beso!!

La Parolis dijo...

Qué bonita historia. Estoy de acuerdo. Ese tipo de riqueza, la que llena el corazón y el alma, es inigualable. Es preciada cuando al fin se descubre.
Saludos!

patzarella dijo...

dandy: ¡qué bueno que te gustó!

parolis: ...y el descubrirla no es nada fácil...

mi-tacua-uy dijo...

No vale, Am me ganó de mano ;) De verdad que es el post más bonito que te he leído!!!!
Feliz y Santa Navidad para ti y toda tu familia.

patzarella dijo...

mariana: pues igualmente un abrazo para ti y toda tu familia !!!!