Un joven -casi niño- de 14 o 15 años, mostraba cualidades para el atletismo: corría al aire libre, y el viento fresco azotaba su cara. Disfrutaba aquellas carreras y soñaba que quizás algún día llegaría a ser corredor de pista o quizás de fondo. Así pasaron tres o cuatro años.
El caso es que, como a los 18 años, un día -un buen día- fue reclutado por un club de atletismo (uno de tantos, porque hay muchos y muy buenos todos). Este club en particular le atraía especialmente. Así que no dudó en apuntarse y se entregó generosamente al programa de entrenamientos.
Pasaron los años y las cosas empezaron a salir mal . En parte por negligencia del mismo atleta; en parte por ineptitud de la junta directiva; en parte porque se le iban las fuerzas en otras cosas, en parte porque nadie le corregía su mala técnica; en parte porque no entendía a dónde lo llevaba todo eso, en parte porque el entrenador no sabía explicar bien las cosas; en parte porque comenzaba a tener otras ilusiones, en parte porque lo fueron relegando; en parte porque no hacía todo lo que le decían, en parte porque los entrenadores no se ponían de acuerdo; en parte... y en parte...
El caso es que, como a los 18 años, un día -un buen día- fue reclutado por un club de atletismo (uno de tantos, porque hay muchos y muy buenos todos). Este club en particular le atraía especialmente. Así que no dudó en apuntarse y se entregó generosamente al programa de entrenamientos.
Pasaron los años y las cosas empezaron a salir mal . En parte por negligencia del mismo atleta; en parte por ineptitud de la junta directiva; en parte porque se le iban las fuerzas en otras cosas, en parte porque nadie le corregía su mala técnica; en parte porque no entendía a dónde lo llevaba todo eso, en parte porque el entrenador no sabía explicar bien las cosas; en parte porque comenzaba a tener otras ilusiones, en parte porque lo fueron relegando; en parte porque no hacía todo lo que le decían, en parte porque los entrenadores no se ponían de acuerdo; en parte... y en parte...
Total que llegó un momento en que aquel atleta, ya ni tan joven ni tan fuerte, cayó enfermo. Ya varios meses llevaba enfermo. La directiva del club no sabía qué hacer. Unos decían que había que esperar a que sanara para saber si servía todavía para el club; otros decían que ni sano serviría. El caso es que pasaba el tiempo.
Por aquel entonces vino a saber del caso un experto; que aunque al principio no quería, al final terminó interesándose por la situación. Este experto, sostenía que entre que si servía o no servía para el club, lo importante era ponerlo sano. Lo demás no le importaba demasiado. Así que le puso un programa de re-habilitación a aquel atleta. Pero el atleta, tan débil se encontraba y quizás un poco desconfiado, que aunque quería, no conseguía poner en práctica, ni siquiera el sencillo plan de re-habilitación. Sencillo o quizás difícil; porque el atleta seguía fijado con la idea de que o pertenecía a aquel club o no sería atleta en ningún lado.
¿Cómo termina la historia?
8 comentarios:
bonita historia sin duda, se le pueden aplicar muchas frases hechas, como lo de queder es queres, o lo importante es participar, una imagen vale mas que mil palabras,carpe diem...hay tantas!!
bueno esta claro que tengo el teclado fatal...quería decir querer es poder!!
jeje
atikus, yo he aprendido que no siempre querer es poder... Y mira que así pensaba antes ;-)
Querer no siempre es poder, pero te invita a moverte y -sin duda- te deja más cerca del objetivo que si no haces nada.
Así han sido siempre las historias de autosuperación. Bonita historia, aplicable a casi todo.
néstor: pues esta historia me la robé ;-)
¡claro que con el permiso de su autor!
Dime cómo terminó la historia porque el video no se carga jamás! jaja.
Mmmmhhh. Buena pinta tiene la historia. Espero el final, aunque es fácil imaginárselo. ;-)
am y paul: les dejo el final ;-)
ya publiqué la continuación de la pata coja... Paul, ¿te lo imaginabas asi?
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